martes, 27 de octubre de 2009

Thai Forever…

Quiero escribir estas líneas para cumplir mi promesa de no olvidarlo jamás, la mejor forma de no hacerlo es dejar nuestra historia escrita, para siempre…

Una calurosa mañana de paseo por la ciudad de Luang Prabang (Laos), subimos unas escaleras interminables que ascendían a una montaña para visitar un pequeño templo. El templo no tenia nada especial, sin embargo las vistas de la ciudad encajada en una de las grandes curvas del Mekong, nos hizo dar gracias por habernos decidido a realizar ese ascenso con un sol y una humedad casi insoportable. Decidimos bajar por el otro lado de la montaña, por un camino no señalizado, en busca de la protección que esta nos daba del Sol en el descenso.




En el ascenso no vimos a ningún monje, sin embargo, por aquel angosto y resbaladizo camino nos cruzamos con varios grupos de monjes sonrientes que nos saludaban extrañados a nuestro paso. A mitad del descenso decidimos hacer una parada, nos apartamos del camino en un lugar donde vimos unos bancos de piedra donde podríamos descansar. Sobre un pequeño muro de piedra un monje pintaba con un trocito de carboncillo algo en un cuaderno, nos miro un instante, nos saludo y continuo dibujando. Como siempre en nuestros viajes llevábamos en la mochila unas cajas de lápices de colores. Montse dijo ‘Míralo esta dibujando con el carboncillo, ¿le damos unos lápices?. Saque una caja de la mochila y un bolígrafo que llevábamos para tomar nuestras notas. Me acerque al joven monje, vi que estaba dibujando un Buda recostado con el paisaje que estaba contemplando de fondo. Abrió sus pequeños ojos como platos al ver que le ofrecía la caja de colores, se levantó y antes de que se la diera juntó sus manos a la altura del cuello y empezó a hacerme reverencias. Le di la caja y el bolígrafo, los metió en una saca de lana, donde también guardó su cuaderno. Me sonrió y me dijo en un perfecto ingles que estaba muy agradecido, que se llamaba Thai y que le haría muy feliz que fuéramos a visitarlo a su templo. Nos dijo el nombre del templo y nos preguntó si teníamos un mapa. Montse buscó el mapa en nuestra mochila y se lo mostramos. Nos indicó cual era el templo donde vivía, un lugar alejado del centro de la ciudad, nos dijo que tenía que ir a clase pero que nos esperaba a las cinco de la tarde para ir juntos a las oraciones que tendrían lugar. Le dijimos que allí nos veríamos y nos hizo prometer que no faltaríamos a nuestra cita.



Después de comer y para asegurarnos que no íbamos a llegar tarde emprendimos camino al templo, los mapas son poco claros cuando te alejas del centro y por supuesto las calles no tienen nombre, según nos alejábamos del centro las casas de estilo francés colonial eran substituidas por chabolas cada vez mas humildes, el asfalto desaparecía para dar paso a serpenteantes senderos embarrados, las gentes salían de sus casas para saludarnos extrañados al ver a dos occidentales por su barrio, dimos globos y bolígrafos a los niños que nos paraban para jugar con nosotros cada pocos metros en nuestro camino. Un lugar que podría parecer inseguro, era en realidad un lugar alegre donde personas tremendamente pobres sonreían a nuestro paso. Llegamos pronto a la puerta del templo, así que decidimos buscar un lugar donde beber algo fresco y pasar el rato. Una destartalada casa de huéspedes nos sirvió una coca-cola y nos ofreció conexión a Internet, lentísima, pero pudimos escribir algunos e_mails.

A las cinco entramos al templo y preguntamos por Thai a un joven monje, que nos dijo que esperáramos un minuto y entro en uno de los edificios que rodeaban al templo en su busca, al momento salieron del templo una veintena de jóvenes novicios sonrientes, entre todos nos dijeron que Thai no había regresado de la escuela y nos preguntaron si éramos sus invitados. Nos acompañaron a ver el exterior del templo mientras llegaba su compañero. A los pocos minutos llego Thai sonriente, nos dijo que estaba muy contento que hubiéramos ido a su casa, nos hizo saber que éramos los primeros occidentales en visitar su Vat. A los pocos instantes sonaron unas campanillas, nos acompañó a la entrada del templo, nos dijo que le esperáramos un minuto que se tenia que cambiar para las oraciones de la tarde, nos dijo que estaba feliz que compartiéramos ese momento con todos ellos.

No hay palabras para describir aquellos instantes en el interior del templo, todos los monjes y novicios cantaban sus oraciones con un sonido especial, la escasa luz del interior del recinto junto a sus cánticos nos hizo sentir algo realmente indescriptible…

Al terminar las oraciones repartimos varios bolígrafos y cajas de lápices, dejamos algo de dinero en el cepillo, no mucho para nosotros, muchísimo para ellos. Thai nos enseñó sus habitaciones y nos presentó a algunos novicios compañeros suyos, uno de ellos era algo así como su protegido, nos explicó que era huérfano, nos dijo que el templo era la única salida que tenían los huérfanos sin familia que pudiera hacerse cargo de ellos. Nos explicó también que el era el menor de siete hermanos, sus padres eran agricultores del norte del país, cerca de la frontera con China, siempre había querido estudiar y tener acceso a la cultura y al conocimiento, por ello inició el noviciado, ya que esta era la única forma en Laos de poder estudiar si no tenias recursos. Nos dijo que su fe era muy grande y que no sabía si continuaría como monje una vez terminado su periodo de novicio. Nos explicó muchas cosas acerca del budismo, de cómo vivían los monjes, tan solo de la caridad y de los alimentos que les entregaban los fieles en sus procesiones matutinas, cual era el proceso para ser monje y cuales eran sus rutinas. Nos hizo cientos de preguntas acerca de la vida en Europa y de cual era la información que allí teníamos acerca de su país, estaba deseoso de aprender todo lo que pudiera de nosotros, la conversación se alargó hasta entrada la noche.

Era hora de recogerse, parecía difícil afrontar la despedida, nos dimos un apretón de manos y un abrazo, Thai saludó a Montse con sus manos a la altura del cuello y una reverencia, sus ojos se llenaron de lagrimas al decirnos adiós y nos dijo: ‘Please please don’t forget me, remember me all your lives’ (Por favor, no me olvidéis, recordadme toda vuestra vida).

Thai cumpliremos nuestra promesa



El otro día, tras mucho tiempo, nos contestó a un mail, nos hizo tremendamente felices, este es nuestro amigo de Laos:

“thank you for your email. i'm so happy to hear from you today. and i also never forget you. because you are very good person for me.
where are you now? do you stay at your home now? and how about your work ?
do you work everyday ?
and how about the weather here ?
In L.b is very hot now and some day is also rain but not too muuch.
however, i hope to see you soon.
please take care of your health
Best wishes
thai”

Tenemos un Rincon en Minube.com del templo de Thai Click aqui para entrar

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